28 junio 2008

EL CABALLO DE TROYA DEL LAICISMO


[La verdadera laicidad no excluye la religión; por el contrario, el laicismo, es una ideología fundamentalista que intenta borrar de la sociedad la dimensión trascendente del hombre.


A no pocos socialistas españoles estas distinciones les ponen de los nervios, pero qué le vamos a hacer. Un amigo mío suele repetir con frecuencia: “a mí me gustan las cositas claras”. Como es fácil de suponer, este amigo sufre bastante con el confusionismo terminológico actual: la crisis es desaceleración, la eutanasia es muerte digna, el aborto es pro choice, el trasvase es simplemente aportación puntual de agua, etc., etc.


A Marcello Pera, pensador laico, catedrático de Filosofía de la Ciencia y expresidente del Senado italiano le gusta pensar de modo claro y preciso. Dice: "Distinguiría entre Estado 'laico' y 'laicista'. Por 'laico' entiendo que el Estado está separado de cualquier Iglesia y actúa de modo autónomo. (…) El laicismo, por el contrario, es una ideología que se propone eliminar la dimensión religiosa del hombre".


Carlos Soler expone de otro modo, pero también muy claro, la misma idea de Marcello Pera: “La diferencia entre laicidad y laicismo consiste en que el laicismo toma partido en la cuestión religiosa. (…) el laicismo es, sorprendentemente, un tipo de confesionalidad.”

Y explica aún mejor el verdadero sentido del laicismo: “…gobernar ‘como si Dios no existiese’ es tomar partido; es gobernar ‘en ateo’; gobernar ‘como si Dios no existiese’ significa confesionalidad atea, igual que gobernar ‘como si la religión católica, o la musulmana, o la anglicana, fuese la verdadera’, significa confesionalidad católica, musulmana, anglicana; del mismo modo, gobernar ‘como si no pudiésemos conocer si Dios existe o no existe’ es confesionalidad agnóstica. Todas estas versiones de la confesionalidad están excluidas por la laicidad, puesto que son modos de tomar partido; lo que la laicidad exige es precisamente gobernar reconociendo la propia incompetencia para tomar partido en cuestiones religiosas.


Y Andrés Ollero, catedrático de Filosofía del Derecho y director de la revista internacional Persona y Derecho, desarrolla las exigencias de la laicidad:

“…la laicidad implica un triple ingrediente:


1. Los poderes públicos no sólo han de respetar las convicciones de los ciudadanos sino que han de posibilitar que éstas sean adecuadamente ilustradas por las confesiones a que pertenecen.


2. Los creyentes, formada con toda libertad su conciencia personal, han de renunciar en el ámbito público a todo argumento de autoridad, razonando en términos compartibles por cualquier ciudadano y sintiéndose ellos, antes que su jerarquía eclesial, personalmente responsables de la solución de todos los problemas suscitados por la convivencia social.


3. Los agnósticos o ateos no pueden tampoco ahorrarse esta necesaria argumentación sino que también han de aportarla. Ello implica renunciar a esgrimir un descalificador argumento de no-autoridad, que les llevaría a una inquisitorial caza de brujas sobre los fundamentos últimos de las propuestas de sus conciudadanos.”


Publicamos ahora un jugoso artículo de Juan Manuel de Prada en ABC titulado “El caballo de Troya del laicismo”.]


# 438 Varios Categoria-Varios: Etica y antropología


por Juan Manuel de Prada

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Se ha interpretado la ofensiva laicista anunciada por la vicepresidenta De la Vega como una especie de «liebre» -en afortunada expresión de Ignacio Camacho- que se lanza para desviar la atención de otros asuntos más conflictivos o perentorios. Pero pecaríamos de ingenuidad si nos negásemos a avizorar el propósito de ingeniería social que subyace en la ofensiva. La sociedad está compuesta por individuos; y los individuos son, en su inmensa mayoría, religiosos por naturaleza. El Estado, como construcción estructural de la sociedad, tiene la obligación de atender la religiosidad de los individuos que la componen y de hallar soluciones que permitan que las distintas sensibilidades religiosas puedan coexistir en pacífica convivencia.



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