29 diciembre 2004

LOS NUEVOS INOCENTES

[En este texto se dicen las cosas con mucha claridad y sin ánimo de enredarse en polémicas, como expresamente se indica ya en el primer párrafo. Lo que interesa es buscar serenamente la verdad y discernir entre una investigación científica respetuosa con la dignidad del ser humano, de otras experiencias menos legítimas y quizá movidas por fines poco rectos que no se declaran... Hay que tener muy presente -aunque algunos pretendan que lo olvidemos- que para investigar con las células madre embrionarias antes hay que matar al embrión, que es un verdadero ser humano. Y surgen preguntas -que se incluyen en este artículo- que toda persona se plantea en el interior de su conciencia: ¿Es lícito destruir, matar, a un ser humano para curar a otro? ¿Qué medicina es ésa que mata antes de curar? ¿Qué clase de humanidad es ésa que mata a unos para favorecer a otros? (...) Por otra parte, los científicos saben que las células madre embrionarias, hoy por hoy, no sirven para curar, porque son células demasiado abiertas que resultan incontrolables y pueden terminar provocando procesos cancerosos. En cambio, en el mundo científico se sabe también que las células madre presentes en los tejidos de los adultos son más fácilmente manejables y han demostrado ya su capacidad curativa en diversos tejidos humanos dañados o degenerados, porque para eso precisamente están en el organismo. Entonces por qué el empeño en legitimar la investigación con células embrionarias? ¿No será por defender el negocio de la fecundación in vitro, origen de esos “embriones sobrantes” cuya existencia se quiere justificar aprovechándolos para ser material de investigación? Publicado en El Diario de Navarra (28-XII-2004, día de los Santos Inocentes)]

#095 ::Vita Categoria-Eutanasia y Aborto

por Mons. Fernando Sebastian, Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela

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Hace ya algunas semanas, el Gobierno autorizó la investigación con células madre procedentes de embriones humanos mediante un decreto ley que concreta las condiciones para el acceso de los investigadores a estas células. No hay ninguna referencia a la cuestión clave de si se respetará o no la ley que prohíbe la utilización de embriones vivos para la investigación Cuando desde la Iglesia hemos denunciado la inmoralidad de esta práctica nos han dicho oscurantistas, enemigos de la ciencia e insensibles ante los sufrimientos de muchos enfermos. No se trata de enredarse en polémicas descalificadoras, sino de buscar serenamente la verdad de las cosas analizando datos y presentando argumentos. Lo que los cristianos pedimos es que se discierna entre una investigación respetuosa con la dignidad del ser humano y otras posibles actuaciones precipitadas o interesadas.

Resulta que como consecuencia de la fecundación asistida los centros dedicados a estas prácticas tienen un depósito de embriones congelados (40, 50 ó 60.000, nadie lo sabe) con los que no se sabe qué hacer. Sus padres ya no los quieren, no hay mujeres o matrimonios que puedan adoptar tal número de embriones, matarlos directamente parece demasiado cruel. Entonces se encuentra la fórmula de decir “vamos a utilizarlos para investigar con el fin de curar enfermedades degenerativas con las células madre de estos embriones”. Y así se presenta la cuestión de una manera verdaderamente engañosa, ¿quién puede negarse a aprovechar esos embriones sobrantes para conseguir nuevas posibilidades y técnicas de curación?

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