20 junio 2005

SOBRE EL LLAMADO MATRIMONIO HOMOSEXUAL

[Reproducimos hoy dos artículos de Juan Manuel de Prada. El primero, publicado en ABC (Madrid) con el título que encabeza esta página; el otro ha sido publicado en el último número de El Semanal, coincidiendo con la manifestación del pasado sábado en Madrid, y tiene como título "Matrimonios homosexuales".
El autor insiste muy acertadamente en la idea de que una cosa es la homofobia y otra ser partidario de dar categoría de matrimonio a la unión de homosexuales: se puede combatir la homofobia, por ser contraria a la dignidad inalienable de la persona, y estar en contra del llamado «matrimonio homosexual» (...) la institución matrimonial no atiende a las inclinaciones o preferencias sexuales de los contrayentes, sino a la dualidad de sexos, conditio sine qua non para la procreación y, por lo tanto, para la continuidad social.

Entresacamos otras ideas del segundo artículo: El reconocimiento jurídico de otras formas de convivencia fundadas sobre preferencias amorosas diversas puede lograrse sin necesidad de forzar la naturaleza de la institución matrimonial (...) si la procreación no fuera el fin intrínseco del matrimonio, bastaría con que los hermanos se comprometieran solemnemente a excluirla de su comunidad de vida para que se les permitiera contraerlo.]

#177 Hogar Categoria-Matrimonio y Familia

por Juan Manuel de Prada
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Sobre el llamado "matrimonio homosexual"

(publicado en ABC, 30-IV-2005)

En la disputa o gatuperio montado en torno al llamado «matrimonio homosexual», que pillo enconado y cetrino como suele ocurrir con casi todos los debates patrios (pues casi todos degeneran en reyertas), descubro de inmediato la interposición de un tabú. ¿Existe una verdadera libertad para discutir la cuestión? Los partidarios de su aprobación -triunfantes desde mucho antes de que el Parlamento respaldase sus vindicaciones- suelen partir de una premisa falaz, a saber: quienes se oponen al llamado «matrimonio homosexual» son homófobos encarnizados. Los detractores, por su parte, temerosos de que les cuelguen este sambenito infamante, se esfuerzan por desplazar el debate hacia un terreno puramente nominalista, aceptando que tales uniones se celebren, pero bajo nombres diversos que dejen a salvo la designación de «matrimonio» referida exclusivamente a la unión entre un hombre y una mujer, reduciéndose así la discusión a una búsqueda un tanto bizantina de sinónimos o alternativas semánticas. Casi nadie logra sobreponerse al tabú implícito en el debate; y, de este modo, se orilla el meollo de la cuestión, que no es otro que determinar la naturaleza jurídica de la institución matrimonial.

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