29 diciembre 2005

NAVIDAD LAICA

[En estos días de Navidad apena ver que en muchos lugares -con la excusa habitual de "lo politicamente correcto"- se quitan el portal de Belén y la Sagrada Familia; se quitan los pastores y las ovejas y también se eliminan los ángeles; sólo queda el resto, o sea nada de fundamento. Sólo se ve un poco de paisaje lunar y quizá aparezcan también unos personajes sombríos que cantan algo lúgubre a modo de villancico laicista y sin alma.

Juan Manuel de Prada expresa bien esa tristeza existencial en el párrafo final del articulo que aquí reproducimos, publicado en ABC (25-XII-2005): Despojada de esa significación honda y primordial, la Navidad se convierte en una trágica búsqueda de lenitivos y analgésicos, un vagabundaje desesperado en pos de una quimera. El hombre contemporáneo que celebra una «Navidad laica» es, en cierto modo, como ese gallo descabezado que corretea poseído por la desazón mientras se desangra; aunque no lo sepa, es tan sólo un muerto que camina, pues ha extraviado la fuente de la que mana su felicidad.]

#254 Hogar Categoria-Matrimonio y Familia

por Juan Manuel de Prada
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Se discute en estos días si la Navidad ha dejado de ser una fiesta religiosa, para convertirse en una mera orgía consumista, aderezada con unas dosis de humanitarismo de pacotilla, que es manifestación farisaica muy del gusto de nuestra época. Creo que este debate no es sino una excusa o subterfugio que nos evita incursionar en otro mucho más hondo y peliagudo, que es el debate sobre la naturaleza de la felicidad. El hombre contemporáneo persigue la felicidad como si de una formula química se tratase, algo así como un revulsivo o catalizador que actúa sobre nuestro ánimo, infundiéndole una «sensación de bienestar». Naturalmente, esta búsqueda suele saldarse con un fracaso, pues en el mejor de los casos esa sensación resultará pasajera, apenas un analgésico que distrae por unos pocos días el dolor en sordina que martiriza al hombre cuando decide amputarse, escindirse, renegar de un elemento que le es consustancial. No hay felicidad sin una aceptación plena de lo que somos; y lo que somos incluye una dimensión religiosa, o si se prefiere trascendente, que no se puede extirpar sin un grave menoscabo de nuestra propia naturaleza.

(ver el texto completo)