11 abril 2006

TEOLOGÍA Y SECULARIZACIÓN EN ESPAÑA

[El Secretario General y Portavoz de la Conferencia Episcopal Española (CEE), P. Juan Antonio Martínez Camino, presentó ayer a los medios de comunicación la Instrucción Pastoral Teología y secularización en España. A los cuarenta años de la clausura del Concilio Vaticano II. Fue aprobada en la última Asamblea Plenaria de la CEE que tuvo lugar en Madrid del 27 al 31 de marzo de 2006.

Es un documento muy importante y su proceso de elaboración - encomendada a la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe - se remonta a septiembre de 2003 y ha sido estudiada y perfilada en las dos últimas Asambleas Plenarias.
Tal y como se afirma en sus números iniciales, la Instrucción responde a dos motivaciones fundamentales:
  • En primer lugar, se trata de ofrecer una palabra de orientación y discernimiento ante determinados planteamientos doctrinales, extendidos dentro de la Iglesia, y que han encontrado una difundida acogida también en España, perturbando la vida eclesial y la fe de los sencillos.
  • En segundo lugar, se trata de identificar una de las causas principales de la secularización interna de la Iglesia, señalada en el último Plan Pastoral y también en el aprobado por esta misma Plenaria para los años 2006-2010 como la cuestión principal a la que la Iglesia ha de hacer frente hoy en España. La Instrucción Pastoral detecta que en el origen de la mencionada secularización se encuentra la pérdida de la fe y de su inteligencia, en la que juegan, sin duda, un papel importante algunas propuestas teológicas deficientes. Estas propuestas se relacionan, en concreto, de uno u otro modo con la presentación deformada del Misterio de Cristo.
Los obispos entienden este documento como un servicio auténtico a la alegría de todos los hijos de la Iglesia, tal como lo expresa el mismo apóstol San Pablo: no es que pretendamos dominar vuestra fe, sino que contribuimos a vuestro gozo, pues os mantenéis firmes en la fe (2 Cor 1, 24). La Instrucción Pastoral se divide en cuatro capítulos correspondientes a otros tantos aspectos que entran en juego en las propuestas teológicas deficientes:
  • una concepción racionalista de la fe y de la Revelación;
  • un humanismo inmanentista aplicado a Jesucristo;
  • una interpretación meramente sociológica de la Iglesia
  • y un subjetivismo-relativismo secular en el campo de la moral.
Todos estos planteamientos deficientes se hallan unidos por el abandono o el no reconocimiento de lo específicamente cristiano, en especial, del valor definitivo y universal de Jesucristo en su Revelación, su condición de Hijo del Dios vivo, su presencia real en la Iglesia y su vida ofrecida y prometida como configuradora de la conducta moral.

Por otra parte,
se señalan con precisión aquellas propuestas difundidas entre nosotros que son incompatibles con la profesión de la fe católica.

La Instrucción ofrece, pues, un discernimiento de doctrinas, no un juicio sobre personas. Importa notar que los obispos, al señalar claramente las propuestas contrarias a la fe de la Iglesia, actúan cumpliendo su misión pastoral, saliendo en defensa de la fe de los sencillos.


Los obispos hablan en esta Instrucción Pastoral como Maestros de la fe. Tratan de teología en términos teológicos, pero lo hacen dando voz al Magisterio de la Iglesia, conciliar, pontificio y episcopal, en aquellos asuntos que más afectan a la vida de fe de los fieles. En este sentido, la Instrucción Pastoral puede ser vista, en particular, como un servicio de mediación entre el rico Magisterio pontificio posterior al Concilio Vaticano II y los católicos españoles.

Los destinatarios de la Instrucción son, pues, todos los fieles católicos, aunque, evidentemente, será de particular utilidad para todos aquellos que han recibido en la Iglesia la misión de enseñar en su nombre
.]

#293 Varios Categoria-Varios: Etica y Antropologia

por la Asamblea Plenaria de la CEE
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Resumen preparado por el editor de arguments
(al final, el documento íntegro)


• Es incompatible con la fe de la Iglesia considerar la Revelación como una mera percepción subjetiva por la cual “se cae en la cuenta” del Dios que nos habita y que trata de manifestársenos.

• La doctrina católica sostiene que la Revelación no puede ser equiparada a las, llamadas por algunos, “revelaciones” de otras religiones: significaría negar la verdad misma de la Encarnación de Jesucristo y de la Salvación.

• Es de vital importancia mantener íntegro el depósito de la fe, tal como Cristo lo confió a la Iglesia para su custodia. De la negación de un aspecto de la Profesión de fe, se pasa a su total destrucción.

• En contra de algunas corrientes filosóficas muy difundidas, debemos reconocer la capacidad de la razón humana para alcanzar la verdad, como también su capacidad de conocer a Dios a partir de lo creado. En un mundo que con frecuencia ha perdido la esperanza de poder buscar y encontrar la Verdad, el mensaje de Cristo recuerda las posibilidades que tiene la razón humana.

• Tenemos en el Magisterio de la Iglesia la garantía para explicar correctamente la Revelación de Dios. Como la Alianza instaurada por Dios en Cristo tiene un carácter definitivo, es necesario que esté protegida de desviaciones y fallos que puedan corromperla.

• Las aportaciones de la exégesis han supuesto una gran riqueza, pero, al mismo tiempo, no se debe olvidar que, en cuanto Palabra inspirada, la Sagrada Escritura «se ha de leer e interpretar con el mismo Espíritu con que fue escrita; por tanto, para descubrir el verdadero sentido del texto sagrado hay que tener muy en cuenta el contenido y la unidad de toda la Escritura, habida cuenta de la tradición viva de toda la Iglesia, y de la analogía de la fe».

• El cristiano sabe que Dios «llama incansablemente a cada persona al encuentro misterioso de la oración». Algunos cristianos minusvaloran la oración de petición; o pretenden “formas sustitutivas” de oración, en las que los “métodos” se confunden con los contenidos.

• En algunos escritos de Cristología se perciben los siguientes vacíos:

  1. una incorrecta metodología teológica, por cuanto se pretende leer la Sagrada Escritura al margen de la Tradición eclesial y con criterios únicamente histórico-críticos, sin explicitar sus presupuestos ni advertir de sus límites;
  2. sospecha de que la humanidad de Jesucristo se ve amenazada si se afirma su divinidad;
  3. ruptura entre el “Jesús histórico” y el “Cristo de la fe”, como si este último fuera el resultado de distintas experiencias de la figura de Jesús desde los Apóstoles hasta nuestros días;
  4. negación del carácter real, histórico y trascendente de la Resurrección de Cristo, reduciéndola a la mera experiencia subjetiva de los apóstoles;
  5. oscurecimiento de nociones fundamentales de la Profesión de fe en el Misterio de Cristo: entre otras, su preexistencia, filiación divina, conciencia de Sí, de su Muerte y misión redentora, Resurrección, Ascensión y Glorificación.

• La incorrecta comprensión de la humanidad de Cristo, con una deficiente metodología teológica, tiene su correspondencia en los errores sobre la Virgen María. Algunas publicaciones niegan la enseñanza de la Iglesia sobre la concepción virginal del Jesús.

• El debate Cristológico contemporáneo se presenta la figura de Jesucristo a partir de presupuestos relativistas. Cuando se considera, de manera errónea, que Jesucristo no es la plenitud de la Revelación de Dios, se sitúan a la par de Él otros líderes religiosos. De aquí se seguiría la idea, igualmente errónea, y que siembra inseguridad y duda, que las religiones del mundo, en cuanto tales, son vías de salvación similares al Cristianismo.

• Algunos errores sobre Cristo, han pasado del ámbito teológico a la catequesis y a la enseñanza escolar. Se silencia la divinidad de Jesucristo -o se la considera sólo como expresión de un lenguaje poético vacío de contenido real-, negándose, en consecuencia, su preexistencia y su filiación divina. La muerte de Jesús es despojada de su sentido redentor y considerada como el resultado de su enfrentamiento a la religión. Cristo es considerado predominantemente desde el punto de vista de lo ético y de la praxis transformadora de la sociedad: sería simplemente el hombre del pueblo que toma partido por los oprimidos y marginados al servicio de la libertad.

• La única Iglesia de Cristo, «constituida y ordenada en este mundo como una sociedad, subsiste en la Iglesia Católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con Él».

• La transmisión de la fe, el anuncio misionero, el servicio al mundo en caridad, la oración y toda la vida de la Iglesia tienen en la Liturgia su fuente y su término. Se comprende el grave daño que suponen, para el Pueblo de Dios, los abusos en el campo de la celebración litúrgica, especialmente en los sacramentos de la Eucaristía y de la Penitencia.

• Cuando se siembran dudas y errores respecto a la fe de la Iglesia en la venida del Señor en gloria al final de los tiempos (Parusía), la resurrección de la carne, el juicio particular y final, el Purgatorio, la posibilidad real de condenación eterna (Infierno) o la Bienaventuranza eterna (Cielo), se debilita gravemente la vida cristiana de los que aún peregrinamos en este mundo, porque se permanece entonces «en la ignorancia respecto a la suerte de los difuntos» y se cae en la tristeza de los que no tienen esperanza. El silencio sobre estas verdades de nuestra fe, en el ámbito de la predicación y de la catequesis, es causa de desorientación entre el pueblo fiel.

• Según la fe eclesial, Jesucristo ha fundado el ministerio de la sucesión apostólica en la vocación y misión de los doce apóstoles, transmitido con la consagración sacramental. A ellos y a sus sucesores, Cristo les confirió la función de enseñar, santificar y gobernar en su propio nombre y autoridad. Presentar el ministerio ordenado como el fruto de avatares históricos o luchas de poder en el ámbito religioso es contrario a la verdad histórica y a la fe de la Iglesia.

• Hay quien niega la distinción entre el sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial, cuya diferencia «es esencial y no sólo de grado».

• Es preciso recordar las determinaciones magisteriales acerca del varón como único sujeto válido del orden sacramental, porque tal fue la voluntad de Cristo al instituir el sacerdocio. La doctrina sobre la ordenación sacerdotal reservada a los varones debe ser mantenida de forma definitiva, pues «ha sido propuesta infaliblemente por el Magisterio ordinario y universal».

• La Vida consagrada es un don del Padre a la Iglesia, quien, por medio del Espíritu Santo, suscita entre sus hijos un seguimiento especial de Cristo en virginidad, pobreza y obediencia, testimoniando la esperanza del Reino de los Cielos.

• Una expresión de los errores eclesiológicos señalados es la existencia de grupos que propagan y divulgan sistemáticamente enseñanzas contrarias al Magisterio de la Iglesia en cuestiones de fe y de moral. Aprovechan la facilidad con que determinados medios de comunicación social prestan atención a esos grupos. Se han manifestado a favor de las absoluciones colectivas y del sacerdocio femenino y han tergiversado el sentido verdadero del matrimonio al proponer y practicar la “bendición” de uniones de personas homosexuales. Esta forma de presentar la Iglesia conlleva la invitación expresa a “romper con la jerarquía” y a “construir”, en la práctica, una “iglesia paralela”. Para ellos, la actividad de la Iglesia no consiste principalmente en el anuncio de la persona de Jesucristo y la comunión de los hombres con Dios, que se realiza mediante la conversión de vida y la fe en el Redentor, sino en la liberación de estructuras opresoras y en la lucha por la integración de colectivos marginados, desde una perspectiva preferentemente inmanentista.

• En la actualidad, uno de los grandes desafíos que encuentra la evangelización está centrado en el campo moral. Por encima del ateísmo teórico y del agnosticismo sistemático, se extienden en nuestros días el ateísmo y el agnosticismo pragmáticos según los cuales Dios no sería relevante para la razón, la conducta y la felicidad humanas. La esfera de lo trascendente deja de ser significativa en la vida social y personal diaria, para ser relegada a la conciencia individual como un factor meramente subjetivo. El resultado es un relativismo radical, según el cual cualquier opinión en temas morales sería igualmente válida. Cada cual tiene “sus verdades” y a lo más que podemos aspirar en el orden ético es a unos “mínimos consensuados”, cuya validez no podrá ir más allá del presente actual y dentro de determinadas circunstancias.

• La raíz más profunda de la crisis moral que afecta gravemente a muchos cristianos es la fractura que existe entre la fe y la vida, fenómeno considerado por el Concilio Vaticano II «como uno de los más graves errores de nuestro tiempo».

• Quien cree en Cristo tiene la vida nueva en el Espíritu Santo y es hecho hijo de Dios. En virtud de esta adopción filial, la persona humana es transformada al recibir una capacidad nueva. Así puede seguir la vida de Cristo, obrar rectamente y hacer el bien. La dignidad de la persona humana radica en haber sido creada a imagen y semejanza de Dios.

• La gracia de Cristo no anula el orden creado, sino que responde a las profundas aspiraciones de la libertad humana, previene, prepara y suscita la libre respuesta del hombre. La realización de la dignidad del hombre exige que se respete el orden esencial de la naturaleza humana creada por Dios, que trasciende las vicisitudes históricas y culturales. Este orden de la naturaleza humana se expresa en la ley natural, que el hombre puede conocer, aunque es previa a su conocimiento.

• El Magisterio ha advertido sobre las lagunas y deficiencias de algunas propuestas morales como la “opción fundamental”, el “proporcionalismo y consecuencialismo”, o la llamada “moral de actitudes”. También es necesario recordar que para que la persona actúe conforme a su dignidad, la conciencia debe ser recta y abierta a la Verdad, es decir, debe estar «de acuerdo con lo que es justo y bueno según la razón y la ley de Dios».

• La presente condición histórica de la persona humana está marcada por el pecado. Debido al pecado original, todos los hombres nacen privados de la santidad y de la justicia originales. Aunque su naturaleza no ha quedado totalmente corrompida, se halla, sin embargo, «herida en sus propias fuerzas naturales, sometida a la ignorancia, al sufrimiento y al poder de la muerte, e inclinada al pecado». Por esta razón, no todas las tendencias que el hombre experimenta son buenas, de manera que requiere la ayuda de Dios incluso para conocer y realizar muchos bienes que están dentro de las posibilidades de la naturaleza.

• La gracia, al tiempo que restaura el daño provocado por el pecado, hace plenamente libre a la libertad humana, orientando al hombre hacia la Bienaventuranza. Cristo no sólo es el Redentor de todos los hombres, sino de todo el hombre. Su predicación y sus sacramentos, custodiados en la Iglesia “hasta que Él vuelva”, permiten al hombre desarrollar una vida moral auténtica.

• En un contexto marcado por un exasperado pansexualismo, el auténtico significado de la sexualidad humana queda muchas veces desfigurado, controvertido y contestado, cuando no pervertido. La sexualidad está inscrita en el ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, varón y mujer, que se debe entender desde la vocación de la persona al amor, y así, mediante la virtud de la castidad se logra la integración de la sexualidad en la persona.

• La dignidad de la vida humana exige que su transmisión se dé en el ámbito del amor conyugal, de manera que aquellos métodos que pretendan sustituir y no simplemente ayudar a la intervención de los cónyuges en la procreación, no son admisibles. Si se separa la finalidad unitiva de la procreadora, se falsea la imagen del ser humano, dotado de alma y cuerpo, y se degradan los actos de amor verdadero, capaces de expresar la caridad conyugal que une a los esposos. La consecuencia es que una regulación moralmente correcta de la natalidad no puede recurrir a métodos contraceptivos.

• La Iglesia también considera «pecados gravemente contrarios a la castidad... la masturbación, la fornicación, las actividades pornográficas y las prácticas homosexuales». La enseñanza cristiana sobre la sexualidad no permite banalizar estas cuestiones ni considerar las relaciones sexuales un «mero juego de placer. La banalización de la sexualidad conlleva la banalización de la persona». El uso de las facultades sexuales adquiere su verdadero significado y su honestidad moral en el matrimonio legítimo e indisoluble de un hombre con una mujer, abierto a la vida, que es el fundamento de la sociedad y el lugar natural para la educación de los hijos. Los ataques al matrimonio que con frecuencia presenciamos no dejarán de tener consecuencias graves para la misma sociedad.

• El aborto y la eutanasia son acciones gravemente desordenadas, lesivas de la dignidad humana y opuestas a las enseñanzas de Cristo. La Iglesia es consciente que estas cuestiones deben ser explicadas a la comunidad cristiana, asediada constantemente por la mentalidad hedonista propia de la cultura de la muerte.

• Tampoco podemos poner en duda que, desde el momento de la fecundación, existe verdadera y genuina vida humana, distinta de la de los progenitores; de modo que quebrar su desarrollo natural es un gravísimo atentado contra la misma. Es contrario a la enseñanza de la Iglesia sostener que hasta la anidación del óvulo fecundado no se pueda hablar de “vida humana”, estableciendo, así, una ruptura en el orden de la dignidad humana entre el embrión y el mal llamado “pre-embrión”. De manera análoga, nadie tiene potestad para eliminar una vida inocente, ni siquiera cuando se encuentra en estado terminal.

• En esta hora tiene especial urgencia que los fieles católicos recuerden la responsabilidad que tienen en su actividad pública y política. La imperante mentalidad laicista tiende a arrinconar las convicciones religiosas en la conciencia individual y a impedir que se manifiesten y que tengan repercusión pública. Quienes reivindican su condición de cristianos actuando en el orden político y social con propuestas que contradicen expresamente la enseñanza evangélica, custodiada y transmitida por la Iglesia, son causa grave de escándalo y se sitúan fuera de la comunión eclesial.

• Los fieles deben defender y apoyar aquellas formaciones o actuaciones políticas que promuevan la dignidad de la persona humana y de la familia. En el caso de que no se pueda eliminar una ley negativa sobre estas materias, el fiel católico debe trabajar por minimizar los males que ocasione. En cuestiones más contingentes cabe un cierto pluralismo de opciones para los católicos. Pero cuando lo que está en juego es la dignidad de la persona humana –como hoy sucede con frecuencia–, el católico debe ofrecer el testimonio real de su fe manifestando un inequívoco rechazo a todo lo que ofende a la dignidad del ser humano.

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