28 abril 2006

¿TODAS LAS OPINIONES MERECEN EL MISMO RESPETO?

[¡Esa será tu opinión...! Así se suele atacar con frecuencia, en discusiones o debates, incluso elevando un poco el tono de voz y de modo un tanto crispado, al que ha manifestado una opinión que discrepa del parecer del que le increpa tan tajantemente. Tantas opiniones como personas..., y todas igualmente válidas. ¡Faltaría más!

En muchas ocasiones, tratándose de temas banales -que si tal equipo de futbol es mejor que el otro, o que si el vino tinto es mejor que el blanco-, eso es cierto. Pero no ocurre lo mismo en temas más serios, sin que tengan que llegar a cuestiones metafísicas. Recuerdo que un estudiante de segundo de arquitectura se permitió, en una sesión sobre "el color", mencionar frívolamente el dicho popular de que "sobre colores no hay nada escrito..." Un catedrático de Estética que participaba en la reunión le taladró con la mirada mientras le decía algo así: "Jovencito, es usted un ignorante, porque sobre el color se han escrito bibliotecas enteras: yo he leído casi todo y usted parece que no ha leído nada; por tanto, en esta sesión sobre el color lo mejor que puede hacer, si decide permanecer en la sala, es callarse y escuchar y así quizá logre aprender algo. "

No todas las opiniones son iguales sino que su valor viene dado por el conocimiento que del asunto de que se trate tenga quien manifieste un juicio sobre esa cuestión. Pero en el ambiente de la calle con frecuencia se considera que cada uno mira la realidad con ojos diferentes y que no existe la verdad objetiva. Ni siquiera cuando una sea un experto en la materia y otro apenas sepa nada, como en el caso citado del color.

En el artículo de Jaime Nubiola que ahora publicamos se aborda de un modo atractivo y jugoso esta cuestión de la validez de las diversas opiniones. Dice entre otras cosas:
  • Tratar con un profundo respeto a todas y cada una de las personas no significa en ningún caso que las opiniones de todas y cada una de ellas merezcan respeto y menos aún que lo merezcan en igual medida.
  • Todas las personas merecen respeto, pero no merecen un mismo respeto todas las opiniones: hay, por supuesto, opiniones mejores y peores.
  • Todas las opiniones no merecen el mismo respeto. Algunas no merecen ninguno, mientras que otras —las de los expertos en la materia— merecen de ordinario un respeto enorme.
Esto está también relacionado con lo que se llaman "opiniones politicamente correctas". Cualquier análisis que se haga de una cuestión partiendo de un juicio previo, de un prejuicio -lo que piensa la mayoría, lo que es politicamente correcto en estos momentos, etc.-, violenta la voluntad de conocer: no se usa la inteligencia para discernir entre lo falso y lo verdadero. No es que haya tantas opiniones como personas, sino que hay "slogans" para mentes débiles que renuncian a pensar libre y rectamente.

Reproducido de La Gaceta de los Negocios (26-III-2006).]


#300 Varios Categoria-Varios: Etica y Antropologia

por Jaime Nubiola, Profesor de Filosofía
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No, por supuesto que no. Todas las opiniones no merecen el mismo respeto. Algunas no merecen ninguno, mientras que otras —las de los expertos en la materia— merecen de ordinario un respeto enorme. Veámoslo un poco más despacio, pues la tesis en boga en la cultura dominante viene a ser la de que en un sistema realmente democrático todas las opiniones son igualmente respetables.

El respeto tiene una gran importancia en la vida de cada uno y de la sociedad. Tal como describe Robin Dillon en la voz "respeto" de la valiosa
Stanford Encyclopedia of Philosophy, desde niños se nos enseña —o al menos es lo que se espera— a respetar a nuestros padres, profesores y mayores en general, a respetar las normas escolares, las reglas de la circulación, las tradiciones culturales y familiares, los derechos y sentimientos de las demás personas, a los gobernantes y a la bandera (esto en Estados Unidos, pero mucho menos en España), y por supuesto a respetar la verdad y las diferentes opiniones de la gente. De hecho llegamos a adquirir un cierto respeto a todas estas cosas hasta el punto de que, ya de mayores, meneamos la cabeza con indignación cuando nos topamos con personas que parecen no haber aprendido a respetarlas. Sin embargo, en un sentido estricto, sólo la persona humana es realmente merecedora de respeto. Fue el filósofo alemán Immanuel Kant quien en el siglo XVIII puso el respeto a las personas, a todas y cada una, en el centro de la teoría moral. Desde entonces la clave del liberalismo político y del humanismo democrático ha sido la tesis de que las personas son fines en sí mismos con una dignidad absoluta que debe ser siempre respetada.

(ver el texto completo)