17 agosto 2007

ASIMILACIÓN, INSERCIÓN E INTEGRACIÓN DE LOS INMIGRANTES EN LA SOCIEDAD ACTUAL

[Cada vez hay más manifestaciones literarias y cinematográficas que reflejan la dura realidad de las emigraciones masivas.

Un barco atestado de gente constituye un símbolo elocuente de uno de los grandes temas de la actualidad: la emigración masiva de los pueblos en situación de miseria hacia una tierra de promisión. Esto se manifiesta en masivas migraciones humanas, clandestinas: barcos albaneses o balsas caribeñas, camiones mexicanos o cayucos africanos.


L’America
es una película dirigida por Gianno Ameglio, en 1995, y refleja en la mejor tradición neorrealista el drama de la emigración masiva de albaneses hacia Italia en los primeros años 90: el paso, aparentemente sencillo -en realidad lleno de trampas y de frustraciones-, desde la miseria y el caos a una posible seguridad y felicidad para el futuro.

Diario de un ilegal es una novela autobiográfica –versión española de 2002- en la que el periodista Rachid Nini refleja las penas y las desdichas del inmigrante magrebí, sin que falten la ironía y el sentido del humor.

Mirando el escenario de Europa, la parte griega de Chipre tuvo en 2005 el mayor índice positivo de migración (+27,2 por 1000 habitantes), seguido de España (+15,0), Irlanda (+11,4), Austria (+7,4), Italia (+5,8), Malta (+5,0), Suiza (+4,7), Noruega (+4,7) y Portugal (+3,8). Por contraste, tuvieron índices migratorios negativos (más emigrantes que inmigrantes): Lituania (-3,0 por 1000 habitantes), Holanda (-1,8), Letonia (-0,5), Polonia (-0,3), Estonia (-0,3), Rumanía (-0,5) y Bulgaria (-1,8).


También son ilustrativos los siguientes datos sobre España: en 2006, el total de inmigrantes superaba los 4 millones (4.144.166); los grupos mayoritarios son procedentes de Marruecos (563.012), de Ecuador (461.310), de Rumanía (407.159) y de Colombia (265.141).


“En el mundo actual, en el que el desequilibrio entre países ricos y países pobres se agrava (…), crece la emigración de personas en busca de mejores condiciones de vida, procedentes de las zonas menos favorecidas de la tierra; su llegada a los países desarrollados, a menudo es percibida como una amenaza para los elevados niveles de bienestar, alcanzados gracias a decenios de crecimiento económico.” (Compendio de la doctrina social de la Iglesia, n. 297, 2004, Pontificio Consejo ‘Justicia y Paz’).




Es un derecho primario del hombre vivir en su propia patria. Sin embargo, a veces este derecho no puede ejercitarse porque hay factores de mucha entidad que impulsan a la emigración: las guerras, la desigual e injusta distribución de los recursos económicos, la corrupción difundida, la miseria extrema.


Hasta hace poco, la riqueza de los países industrializados se producía en ellos mismos, contando también con la contribución de numerosos inmigrantes. Ahora, buena parte de esa riqueza se produce en los países en vías de desarrollo, donde la mano de obra es barata. De este modo, los países industrializados han encontrado el modo de aprovechar la aportación de la mano de obra a bajo precio –en China, en la India, en países del este de Europa-, evitando la presencia de inmigrantes en el país. Esos trabajadores son reducidos, de hecho, a la condición de nuevos siervos de la gleba: si se ignora en la práctica la dimensión humana del trabajo, es evidente que ese sistema es inaceptable.

El fenómeno de las migraciones, con su compleja problemática y su incremento exponencial en los últimos años, interpela a la comunidad internacional. Los Estados tienden a ‘defenderse’ endureciendo las leyes sobre los emigrantes y reforzando los sistemas de control de las fronteras. Se habla cada vez menos de la lamentable situación de los emigrantes y cada vez más de los problemas que generan los inmigrantes en el nuevo país.

La situación ha tomado características de emergencia social, sobre todo por el aumento de los emigrantes irregulares. La inmigración irregular ha existido siempre y a menudo ha sido tolerada porque favorece una reserva de personal, con el que se puede contar en la medida en que los emigrantes regulares suben en la escala social y se insertan de modo estable en el mundo del trabajo.

En algunos lugares se nota un prejuicio más o menos fuerte ante el inmigrante: miedo a que el hombre venido de fuera –aunque admitido para determinados tipos de prestaciones laborales–, acabe por introducir un desequilibrio en la sociedad que lo recibe; y esto se traduce, de modo más o menos consciente, en actitudes de falta de afecto o, incluso, de hostilidad. Ese miedo y ese prejuicio no suele tener otro fundamento que el propio egoísmo.

Sin embargo, el actual desequilibrio económico y social, que alimenta en gran medida las corrientes migratorias, no ha de verse como una fatalidad, sino como un desafío al sentido de responsabilidad del género humano. Es preciso reflexionar seriamente para que la solidaridad triunfe sobre la búsqueda de beneficios y sobre las leyes del mercado que no tienen en cuenta la dignidad de la persona humana y sus derechos inalienables.

Es un desafío que hay que afrontar con la conciencia de que está en juego la construcción de un mundo donde todos los hombres, sin excepción de raza, religión y nacionalidad, puedan vivir una vida plenamente humana, libre de la esclavitud bajo otros hombres y de la pesadilla de tener que vivir en la indigencia.

Un país abierto a la inmigración es un país hospitalario y generoso que se mantiene siempre joven porque, sin perder su identidad, es capaz de renovarse al acoger sucesivas migraciones: esa renovación en la tradición es precisamente señal de vigor, de lozanía y de un futuro prometedor.

En el mundo actual, la opinión pública constituye a menudo la pauta principal que siguen los líderes políticos y los legisladores. Y esto ocurre también, como es natural, en los estados de opinión que se crean en relación con la emigración. El riesgo está en que la información se reduzca y se centre sobre todo en los problemas inmediatos del propio país, sin expresar el dramatismo de la situación real de los inmigrantes (condiciones de vida de los países de procedencia, riesgos que asumen al emigrar de ese modo, etc.).

Decía Juan Pablo II que es tarea de los medios de información ayudar al ciudadano a formarse un juicio adecuado sobre la realidad en conjunto: “…a comprender y respetar los derechos fundamentales del otro, así como a asumir su parte de responsabilidad en la sociedad, también en el ámbito de la comunidad internacional. El compromiso en favor de la justicia en un mundo como el nuestro, marcado por intolerables desigualdades, es algo insoslayable.”

Es necesario vigilar ante la aparición de formas de neorracismo o de comportamiento xenófobo, que pretenden hacer de esos hermanos nuestros chivos expiatorios de situaciones locales difíciles.

De Juan Pablo II son también estas palabras: “El Señor, que por su gran misericordia se hizo semejante en todo a sus hermanos los hombres, menos en el pecado, quiso también asumir, con su Madre Santísima y San José, esa condición de emigrante, ya al principio de su camino en este mundo. Poco después de su nacimiento en Belén, la Sagrada Familia se vio obligada a emprender la vía del exilio. Quizá nos parece que la distancia a Egipto no es demasiado considerable; sin embargo, lo improvisado de la huida, la travesía del desierto con los precarios medios disponibles, y el encuentro con una cultura distinta, ponen de relieve suficientemente hasta qué punto Jesús ha querido compartir esta realidad, que no pocas veces acompaña la vida del hombre.”

Para el prof. Alban d’Entremont, “la problemática de la inmigración es en el fondo una cuestión más social que económica”, ya que se está demostrando que en las zonas de gran inmigración histórica, como en las más recientes y actuales, “este fenómeno ha sido y está siendo, generalmente beneficiosa para las regiones de acogida.”

Según este profesor ordinario de Geografía Humana y Geografía Económica de la Universidad de Navarra, de origen canadiense y afincado en España desde 1971, los inmigrantes no entrarían en competencia directa en cuanto a los trabajos y sueldos con la población autóctona “ya que siempre quedan empleos de bajo estatus que la población nativa rechaza en gran medida” y añade que los extranjeros “no sólo producen un aumento en el consumo de bienes y servicios, sino que también los crean y distribuyen”.

En este sentido, señaló que “es muy posible que la inmigración pueda llegar a crear tantos puestos de trabajo con su producción y gasto, como los que lleguen a ocupar”, recordando a lo que pasó en la primera inmigración a los países del llamado Nuevo Mundo.

Al referirse a la cuestión social, d'Entremont, apuntó que los inmigrantes tienen tres formas posibles de acomodarse en una sociedad: asimilación, inserción e integración. Pero “sólo la integración es la fórmula correcta, puesto que entonces llegan a participar en las actividades del conjunto global de los valores sociales de la comunidad de acogida sin tener que renunciar a su propio origen e identidad”.

Advirtió del peligro actual del proceso de inserción que se da en España y en otros países europeos donde ‘muchos inmigrantes no abandonan ningún elemento de su identidad o modos propios de su país de origen”. Por este motivo, consideró urgente la puesta en marcha de medidas políticas y de conciencia ciudadana que “aseguren la integración armoniosa de la población inmigrante y no sólo con posturas opuestas a los males del racismo y xenofobia”.

Para que exista una correcta regulación se requieren, entre otras disposiciones, que las acciones y medidas oficiales “cuenten con buena información de la situación de la inmigración actual en el país, tengan en cuenta que los flujos migratorios van a seguir, que la inmigración es necesaria y favorable, que fomenten los beneficios de una sociedad multicultural basada en la tolerancia y respeto y se desechen los temores sociales”.

Reproducimos una conferencia de Alban d'Entremont titulada "Asimilación, Inserción e Integración de los Inmigrantes en la Sociedad Actual".]


# 399 Varios Categoria-Varios: Etica y antropología

por Alban d'Entremont

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Desde hace varios decenios, la situación de las migraciones ha cambiado grandemente de signo con respecto al continente europeo. Europa dejó de ser un continente de expulsión a partir de los años cincuenta y sesenta, y se ha convertido en las tres últimas décadas en un continente de acogida masiva. Sin embargo, esta acogida no se está haciendo sin tensiones y sin traumas, hasta el punto de convertir el tema de la inmigración, en algunos países, en un asunto de alta prioridad por parte de los poderes públicos. Se va produciendo esta inmigración masiva en un momento en que parece que Europa no se encuentra con plenos resortes culturales, sociales y económicos —no digamos demográficos—, como para asimilar a grandes contingentes de población venida de fuera, sobre todo del mundo menos desarrollado y de cultura foránea a la nuestra.

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2 Comments:

At 10:49 a. m., Blogger UniversoFF said...

Final Fantasy bendito sea el seños un buen blog pero es tremendamente enorme deberias de achicarlo un poco se hace interminable hacia abajo xDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD

 
At 10:57 p. m., Blogger Mercè Noguer said...

Hola!
Soy una asídua lectora de este blog, me apasiona y lo recomiendo. Enhorabuena por este buen trabajo. Como noo dónde haceros esta petición, la "coloco" aquí, lo siento si me equivoco. No sé si visteis la entrevista que hicieron en un programa "rosa" a Chus (la viuda de Paco Fernández Ochoa. Fue una pasada y como a veces habéis enlazado alguna secuencia de vídeo (como la conferencia del creador de Apple) me preguntaba si os sería posible... La verdad es que las preguntas no eran nada del otro mundo pero ella dió una lección!!! Ánimo, a seguir!

 

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